SIN TI
(Without You)
Por: Del James / @deljamesgang
Traducción libre: Jorge
García Carchi / @jocho14
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Copyright Disclaimer Under Section 107 of the Copyright Act 1976, allowance is made for "fair use" for purposes such as criticism, comment, news reporting, teaching, scholarship, and research. Fair use is a use permitted by copyright statute that might otherwise be infringing. Non-profit, educational or personal use tips the balance in favor of fair use.
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Aunque hubiese
querido meterse a bailar, Mayne no se atrevía a interrumpir tanta belleza. El bien torneado cuerpo de ella se
balanceaba, tranquilamente, moviéndose despacio, al compás del ritmo. Su
inocencia era encantadora, su belleza, asombrosa. Mayne sabía que ella se
enojaría con él por su calidad de espectador furtivo, mirándola sin
decirlo. Pero el voyeurista (mirón)
adolescente que tenía Mayne en su cuerpo de hombre adulto lo incentivó y
dejaron de importarle las consecuencias. Además, esto era sólo para sus ojos.
Los ojos de ella le centelleaban, haciendo que Mayne recordara el océano:
vasto, lleno de belleza y de misterio. Una suave brisa danzó a través de la
melena de león que ella tenía. Un vestido de fiesta largo le cubría su bien
formado cuerpo y un ligero esmalte de sudor la hacía brillar. Ella parecía
demasiado hermosa para ser de verdad. Durante esta fracción de segundo de
euforia visual, Mayne admitió que ella era la única mujer a la que había
realmente amado. Los ojos de la chica
parpadearon. “Debió haberme oído” pensó, mientras ella se giraba hacia él. No
quería arruinar la belleza de ese momento, únicamente disfrutarla. Los labios
de ella dibujaron una sonrisa de simpatía. Entonces, el volumen de la canción
empezó a subir.
Una aguda punzada de
pánico se disparó a través del cuerpo de Mayne cuando cayó en cuenta de cuál de
sus canciones era. Un frío sudor se filtró fuera de sus poros y el pavor lo
consumió. Su visión se volvió espiral y la realidad se estaba distorsionando.
La respiración se volvió difícil, complicada. La desesperación lo atacó y le
retorcía cada músculo de su delgado cuerpo. Mucho peor que el dolor era su
miedo. Una insuprimible ansiedad pasó a través de él mientras empezó a caminar
hacia el minicomponente. Todo había perdido su textura natural, las paredes, el
piso, el aire se volvió surreal. Mientras más alto estaba el volumen de la
música, más difícil se le hacía moverse. Tenía que sacar el cd del equipo pero
sus pies se sentían como grandes bloques de concreto. No podía moverse
suficientemente rápido. Ella ya tenía el cañón de la pistola contra la sien.
¡BUM!
Mayne despertó cubierto de
sudor. Un grito mudo se quedó alojado en
su garganta. Las pasadas seis horas fueron invertidas en una especie de estado
de coma inducido por drogas y alcohol, que el pasó por alto durmiendo. Dormir
era una mercancía rara y era imposible de obtener sin algún tipo de asistencia.
No importaba si dormía seis horas o seis minutos, la pesadilla siempre lograba
colársele. No había pastilla de dormir o antidepresivo que pudiera ayudarlo. Él
había escrito la canción y estaba maldecido para siempre por ello. Con las
manos temblorosas se quitó el sudor de las cejas y frotó los dedos con las
sábanas de satín. Sus brazaletes de oro y plata se chocaban entre sí. Se dio
vuelta sobre sí, miró el reloj-alarma digital que estaba arriba de una elegante
mesa negra que tenía un pequeño refrigerador como base. Encima del reloj había
un paquete de Marlboro con la mitad de los cigarrillos ya consumidos. Miró los
números digitales verdes pero no tenían sentido. Realmente, de ninguna manera
importaba la hora que fuese, su tiempo era más importante que el dinero de
otras personas. Al lado del reloj había algo más importante que el dinero o el
tiempo. Muy despacio se sentó. Con ojos torturados exploró la mesa de mármol
negro, buscando algún sobrante del precioso polvo color castaño. Habían
fósforos quemados, cigarrillos torcidos y empaques vacíos para polvo, pero no
había droga. No importaba, él siempre podía hacer que le trajesen más. Sentado
en el borde de la cama, se agachó y abrió la puerta de la refrigeradora
empotrada a la mesa de mármol negro, dentro de ella habían varias Budweiser,
bicarbonato de sodio y una fría botella de Dom Perignon.
Agarró una lata
helada, tragándose la mitad de un sólo sorbo. Hacía esto cada mañana.
Instantáneamente, el dolor de cabeza empezaba a irse, empezaba a sentirse un
poco mejor. Aunque no quería admitirlo, había llegado la hora de reunirse con
la gente nuevamente. Sabía que tenía que estar en el estudio pronto, pero no se
sentía con ganas. Además, la grabación
de su último álbum: Alone (Sólo) había terminado hace más de un mes. El álbum
estaba ahora en la etapa final de masterización y mezcla. Si a Mayne le gustaba
lo que oiría, lo aprobaría y la grabación sería lanzada en la fecha
establecida. Si no le gustaba, sería remezclado hasta que él lo aprobase, por
lo que entonces, ¿Para qué demonios (what da “#$%&/ did they need him for?)
Lo necesitaban? Se puso a vagar, olvidándose de todo mientras pudo, antes de
ponerse finalmente en pie.
Casi igual que su
habitación, el baño era un área de desastre. Prendas desechadas, cremas,
basura, casetes y toallas eran parte del paisaje. Usando un radar para
localizar el tazón, encontró la cerámica, luchó contra las ganas de vomitar e
hizo sus necesidades. Reingresó al dormitorio, no se sentía humano sino más
bien como un robot, vestido con carne alquilada. Tenía un dolor sordo en el
estómago, al que se había ido acostumbrando, éste, igual que otros defectos en
su salud, podían ser atribuidos a su vida llena de excesos. Además de sus
joyas, Mayne sólo usaba calzoncillos Jockey. Se tropezó con su cómoda, quitó un
par de pantalones de cuero hechos a la medida, y se cambió. Encontró un kimono
de seda color púrpura oscuro tendido en un clóset de vestidor y se lo puso. En
un cajón de la cómoda había un frasco con un gramo de cocaína líquida. Haciendo
a manera de cuchara con su larga uña del meñique derecho, el andrajoso músico
esnifó 8 “tiros” de la aspirina del rock n’ roll. El kimono se sentía fresco al
contacto con su cuerpo caliente, se preguntó si acaso tendría fiebre y concluyó
que probablemente sí tenía. Él siempre se decaía, como si tuviese fiebre de
manera permanente. Eso ocurría, por supuesto, hasta que el obtenía su “poquito
(parece ser que se refiere a su poquito de cocaína o de alguna otra droga)”. Se
terminó la cerveza, echando la lata vacía en la dirección de un tacho de basura
que ya estaba repleto de desperdicios. Viéndose [1]en
un espejo de tamaño completo, no reconocía el reflejo. Seguro, el largo cabello
rubio y los tatuajes que se había regalado[2],
pero lucía tan frágil. Mayne se veía como alguien que realmente estaba listo
para pijamas de hospital. Su alguna vez atractivo rostro estaba triste, tenso e
inexpresivo. Una barba rala le cubría el mentón y sus ojos verde esmeralda ya
no eran auténticas gemas, sino bambalinas[3].
Necesitaba un trago.
Durante catorce de sus
veintiocho años, había pasado la mayor parte del tiempo con una botella al
lado. La cerveza adolescente y las fiestas de vino habían dado paso al vodka y
el ron en los clubes nocturnos, los que a su debido momento evolucionaron hacia
whisky puro. Saliendo del dormitorio, hizo una oración en silencio a su santo
patrón: Jim Beam[4]
, rogando que haya un poquito en el barcito. Un deslumbrante brillo dorado
rodeaba las gruesas y opacas cortinas. Una pequeña guerra había tenido lugar en
la sala la noche anterior. Ceniceros llenos, surtida colección de botellas de
licor, cajas de cigarrillos vacías y otras a medio vaciar y latas de cerveza
esparcidas por todas partes. Varias cajas de cd’s estaban como recipientes [5]
de residuos de cocaína. Mayne trató de recordar quiénes habían estado de
parranda con él y no pudo. Un empaque vacío de cigarrillos marca Kool
significaba que uno de sus muchos dealers
había entregado algo. No tomó mucho tiempo para que Mayne haga relación entre
el frasco vacío del dormitorio y Jamie. Éste era la típica basura hollywoodense
que había hecho entrega de cocaína, hierba o crack a celebridades en problemas,
explotando sus puntos vulnerables. Mayne buscó más pistas, para saber quién más
había venido a fiestear pero se quedó en blanco. Se deslizó detrás del bar que
estaba al lado de la cocina y abrió una de las compuertas, había varias
botellas sin abrir de una variada cantidad de licores blancos. Sintió un
retorcijón en el estómago. ¿Y si no había whisky? Revolvió las botellas que había
hasta que halló la indicada. Un suspiro de alivio se le escapó mientras le daba
vuelta a la tapa de la botella y hacía una nota mental de reaprovisionarse. El
aroma del whisky era su equivalente al aroma del café recién hecho para el
resto de la gente. “Aquí te estoy viendo, amor”, dijo Mayne en voz alta
mientras se alzaba la botella a los labios. Como cada día, era sobro tras sorbo y después
de algunos, se empezó a sentir bien. Puso la botella en el mostrador y fue a la
refrigeradora. Si tenía suerte, estaría borracho antes de que el día empezara. Sacó otra Budweiser y fue de
regreso a la desordenada sala. Había una especie de zumbido sordo dentro de su
cráneo. No podía diferenciar si se debía a la ingesta de cocaína o al sonido
del aire acondicionado. Si sólo pudiera recordar qué día era el día de hoy,
entonces sabría si se había programado la venida de alguna empleada y ella
podría venirle trayendo licor. El músico se sentó en el sofá, agarró el
teléfono y marcó el 411:
“Operadora, ¿en qué ciudad
estoy, por favor dígame?
“L. A.”[6]
“¿Ah sí?”
“Sí”
“¿Qué día es hoy? Preguntó
Mayne sinceramente, encendiendo un Marlboro
“Señor,
soy una operadora”
“Señorita,
usted está ahí para informar y yo le hice una pregunta”, Mayne corrigió,
mientras una risa sarcástica se le escapó. Después de un momento de silencio,
la operadora respondió su pregunta.
“Es
miércoles, señor”.
“Gracias”.
Dijo él y colgó. No habría servicio doméstico el día de hoy. No era la forma en que él quería empezar la
jornada. Acabó con la cerveza, se terminó el cigarrillo y esnifó más cocaína.
Después de algunos confusos segundos, recordó donde había guardado las fundas
verdes para la basura y empezó a arreglar el desorden. Moviendo la cama del
dormitorio, iba tomando todo lo que no estuviera cerrado y lo iba echando a las
fundas., botellas y latas vacías de comida llenaban la funda de basura a un
punto en que parecía que iba a romperse. Después de diez minutos de arreglar,
el departamento empezó a tomar forma[7].
Aparte de este condominio, él también era propietario de uno en Manhattan y
otro en Houston. Raramente frecuentaba su mansión de Hollywood Hills, o por
alguna razón, su casa en Maui. Ambas traían demasiados recuerdos de ella. Fue
en Hollywood Hills donde él y Elizabeth Ashton habían pasado la mayor parte de
su tiempo de calidad. Mientras sus pensamientos empezaron a traicionarlo,
pensando más en ella, Mayne, de manera instintiva fue al bar y tomó de nuevo la
botella de whiskey. Él podía pensar en ella en tanto en cuanto tuviera una red
de seguridad[8].
Con todo el dinero, la fama y éxito que
había alcanzado, eran las cosas simples, como la amistad y el amor las que eran
más difíciles de mantener. Él nunca tuvo la intención de herir a nadie,
especialmente a aquellos que le eran más cercanos, pero por alguna razón,
aquellos era a quienes usualmente hería más. Nunca se propuso ser malicioso, pero por vivir bajo
la lupa, con el mundo haciendo escrutinio de cada paso que daba, cada error,
público o privado, se le recriminaba en la cara y a menudo terminaba como
noticia nocturna. Los defectos y las metidas de pata[9] no
estaban permitidos en la élite. Con frecuencia sufría en silencio, atrapado por
su propia fama, hasta que necesitaba salir de su jaula. Pero la jaula era
amplia, tan amplia como sus ojos podían percibir.
Todo
lo que Mayne había siempre tratado de ser,
para bien o para mal, era ser él mismo. Con todos los doctores,
terapistas, fans, y todos en su organización tratando de ayudarlo, se hundió
aún más en su capullo, alienándose a sí mismo incluso más. Con frecuencia se
preguntaba quién realmente era. ¿Era acaso sólo otro número de seguridad social
generado automáticamente cuando nació o era un genuino reflejo de la sociedad?
¿Era un fenómeno o era sólo una fachada? ¿Era un producto de su propia
imaginación o sólo otro ladrillo? ¿Entendería alguna vez su propio destino?
Dentro de su mente, analizaba que su relación con Elizabeth había fracasado más
veces de las que se podía contar. Como el erudito que no era, diseccionaba las
situaciones, meditaba las cosas que pudo haber dicho y cosas en las que no
debió ser visto haciéndolas. Cuando se trataba de sexo, ¿por qué no podía
Elizabeth entender que sólo porque el ocasionalmente se extraviaba del
dormitorio no significaba que no la amara? El sexo era como un juego de actuar.
Él nunca la había forzado a que le sea fiel, pero muy en el fondo sabía que si
la hubiese encontrado teniendo sexo con alguien más, le hubiese dolido… ¡mucho!
Incluso sabiendo eso, él no podía confinarse a una sola mujer. [10]
Había intentado ser abierto con ella, pero concluyó que ciertas cosas deberían
permanecer secretas. El sexo era una adicción egocéntrica similar a la que se
sentía cuando estaba en el escenario. Audiencias diferentes, así como
compañeras diferentes, eran más desafiantes y lo hacían trabajar más duro para
ser aplaudido. Como con las drogas, él era adicto al ímpetu. Pero incluso con
un imperio a su disposición, el dinero no podría comprar amor, ni la felicidad,
ni la paz mental. Ni a Elizabeth.
Mirando
alrededor de la gran sala, el desencantado artista revisaba la moderna
decoración. Ninguna de estas posesiones, excepto unos cuantos elementos habían
significado algo para Mayne. Nada de esta basura era real. Estaba rodeado por
trofeos de un juego que no tenía significado. Y él estaba cansado de jugar
juegos.
Un
agudo dolor en su oído izquierdo lo envío de regreso al corredor sombrío que
comunicaba el escenario con el vestidor. En su tintineante cabeza, altavoces se
encendían en llamas y explotaban. Estaba experimentando otro efecto colateral
del rock n’ roll: daño auditivo. Ése zumbido sordo sólo duró unos segundos pero
el recuerdo de su concierto final con su antigua banda: Suicide Shift[11],
no se desvanecería. Por razones que no podía recordar, Elizabeth no había
podido asistir al concierto final del tour. La banda había estado de viaje por
alrededor de catorce meses, alrededor de 285 conciertos. Cada ciertas semanas,
Mayne la hacía volar hasta cualquier ciudad en la que él se estuviera
presentando y ella se quedaba por unas noches. El concierto final de cualquier
gira es siempre un acontecimiento importante. Había sido la primera gira de
Suicide Shift como banda estelar y Mayne quería compartir esa experiencia con
ella. Era la culminación de muchas millas de viaje, muchas horas de trabajo y
la celebración que tuvo lugar después, era bien merecida. Él la llamó varias
veces para ofrecerle boletos de avión, intentando persuadirla, pero ella no
pudo viajar. El concierto fue grandioso, alrededor de dos horas de feroz
energía. Por supuesto que Mayne consumía muchas drogas y alcohol antes y
durante los conciertos (él estuvo cantando en todos los conciertos). Más fue el
entusiasmo del público de Florida y el conocer que iba a tener alrededor de un
mes para dormir, lo que le dieron mayor energía. Cada vez que hacía una
interpretación individual[12],
siempre intentaba tratar de mejorar cualquier actuación previa. Cada vez que se enfocaba en el micrófono para
cantar, su voz surgía con fuerza de whisky. Para él, esto era rock n’ en roll
en estado puro. Los más de cuatro mil asistentes admitían con aplausos
ensordecedores. Después de la última canción, era tiempo de celebrar. Mayne
terminó con dos ansiosas féminas en su cuarto de hotel. En la privacidad del
cuarto de baño, se inyectó un poquito de heroína. No la suficiente cantidad
para “noquearse”, pero sí la suficiente para ponerse contento. Las dos chicas
estaban en la flor de la juventud[13] y
lo ponían de muy buen ánimo. Luego de luchar para sacarse sus húmedos
pantalones de gamuza café, se unió a las mujeres, que estaban ya sin ropa y
comenzó el desenfreno.
La
droga nubló su no tan buena memoria, pero Mayne recordaba a un muy borracho
Peter Terrance entrando al cuarto. Éste era el baterista de la banda y se había
equivocado de cuarto. En medio del ambiente festivo, Mayne le ofreció a una de
las chicas. Terrance declinó la oferta diciendo que el encontraría su propia
chica y se fue. El trío[14]
continuó. Un poquito después tocaron la puerta. Pensando que era Terrance que
iba a tomar la oferta, Mayne dijo en voz que alta que entre quien esté afuera.
Parada en la puerta con un bolso de viaje estaba Elizabeth. Con el impulso del
momento, ella había volado desde Los Ángeles
hasta Miami para estar con él. Una muy fea escena tuvo lugar. Elizabeth se fue,
histérica y destruida. Ese fue el comienzo del fin de su relación.
Mayne
dejó por un momento el pasado. Su rodilla izquierda crujió mientras estiraba
sus piernas y avanzaba al teléfono. Presionó un botón. El teléfono de Elizabeth
estaba aún programado y a cada rato solía marcarlo sólo para oír el teléfono
sonar. También estaban en la memoria del teléfono su sello discográfico, su
agente, los tres miembros de su actual banda: Mayne Mann Group, y varios
distribuidores de droga. Después de no recibir respuesta en el número de
Elizabeth, marcó otro número. Sus muchas pulseras chocaban entre sí y unos
segundos después, hubo una respuesta: “¿Sí?” dijo una voz poco entusiasta desde
un teléfono de coche[15].
“Soy
yo”, dijo Maye, saboreando, sintiendo el goteo de la cocaína por su garganta
“Mi
hombre principal”[16]
dijo la voz de Jamie sonando como una caja registradora. “¿Qué puedo hacer por
ti”?
“Arriba
y abajo”, cocaína y heroína.
“No
hay problema”. ¿Recuerdas lo que hice por ti anoche, sí?
“Sí”.
Pero él no se acordaba.
“Me
debes tres facturas de esa basura, hermano”. El dealer explicaba por si acaso la memoria le fallase.
“Estoy
seguro que tengo algo de plata por aquí. Si no encuentro, te daré mi tarjeta
Versateller y puedes cobrar de ahí.
“Seguro.
Ya voy para allá”. Dijo Jamie como si le estuviese haciendo un favor a Mayne y
colgó.
“Maldita
sea”, balbuceó Mayne. Prendió un cigarrillo y abrió otra cerveza, la tapa sonó
y se la acercó a la boca, espuma le rodaba de los labios. Miró, sonrió caminó hacia las cortinas negras y tiró de la
palanquita, dejando que la brillante luz del sol invadiera la sala de su
habitación.
“Vete al
demonio” [17] dijo en voz alta, mientras se cubría los ojos por el
resplandor y elevando su dedo de en medio hacia el cielo. La vista desde su
balcón era extensa, mostraba la ciudad de Los Ángeles hacia abajo, aún más
cuando Mayne no solía abrir mucho las ventanas, pues prefería no ser parte del
mundo de afuera. Se sentía seguro en su apartamento. Contra una pared de fondo,
escondido en una esquina, se mostraban las teclas de marfil de un Steinway de
edición limitada. Él había pasado muchos momentos de regocijo con el
instrumento e incluso cuando no estaba tocando, el piano le daba una especie de
estímulo visual. Era un instrumento de precisión y gracia. Al lado del piano,
descansando confortablemente sobre soportes, había media docena de guitarras
exclusivas: Les Pauls, Stratocasters y Telecasters. Las guitarras que guardaba
en su hogar eran las que mayor significado tenían para él.
Sonó el
timbre, despertando a Mayne de sus pensamientos sin rumbo. Fue hacia el
intercomunicador y presionó el botón que abría la puerta de entrada. Unos
minutos después, Jamie Jazz estaba dentro de su apartamento.
Docenas de
discos de oro y platino adornaban la pared. Horas a través de años de planear,
escribir, grabar, y mucha lucha, habían cosechado estas recompensas en forma de
círculo. Las letras de sus canciones provenían de dolores de su interior y sus
canciones más lentas, con influencia de blues, frecuentemente trataban sobre
sufrimientos personales. Ésas eran las canciones de las que él mayor orgullo
sentía y sobre las que creía que iban a superar la prueba del tiempo. La más
rápidas, más orientadas al sonido del rock, frecuentemente tenían poco o nulo
significado. Desafortunadamente, las recompensas ya no eran recompensas sin
Elizabeth.
Mayne se
disculpó consigo mismo y fue al dormitorio, escondida tras otro disco de
platino había una caja fuerte. Removió el disco de la pared, giró la manija,
poniendo la combinación y la abrió. Dentro había joyas, documentos, cerca de
cuatro mil dólares en efectivo, una pipa para cocaína y una Magnum 357 cargada.
Agarró unos cuantos billetes de cien dólares[18] y
regresó a la sala, dejando la caja fuerte cerrada pero sin el seguro. Jamie
estaba sentado en el sofá de cuero negro, los pies encima de la mesita de
mármol del centro, lucía informal, con unos pantalones deportivos de Suicide
Shift (que le había pedido a Mayne) y una camiseta igual. Se había servido una
cerveza.
“¿Cuánto es
en total?”
“¿Incluyendo lo de anoche? Seis”. Respondió
Jamie, agitándose, con su localizador[19] en la cintura.
Mayne le
entregó en la mano seis billetes y puso el resto en el bolsillo de su pantalón.
A juzgar por el semblante que mostraba, el dealer
entendió que él quería estar solo y entendió la seña.
“Llámame si
necesitas algo más”, ofreció Jamie, saliendo del departamento. En el momento en
que la puerta se cerró, la mente de Mayne se precipitó, quería correr, pero su
cuerpo se rehusaba a moverse. Tenía droga en su mano, pero en vez de buscar una
jeringa, se fue de vuelta al dormitorio. Algo incluso más poderoso que su
adicción había atrapado su atención. Caminó hasta la caja fuerte y empujó la
puerta abierta. Dentro había un álbum de fotos que contenía preciosos recuerdos en Kodachrome[20].
Poniendo las
drogas en la parte superior de la desordenada mesita de centro, cayó en la cama
y empezó de un tirón a ver el álbum que encuadernado en cuero. Fotos con
imágenes y sentimientos tan intensos que lo pusieron fuera de control, le
subieron la temperatura. Elizabeth lo había desafiado intelectualmente a la vez
que estimulado sexualmente. Fue una especie de madre cuando él estaba enfermo,
lo que ocurría muy a menudo. Ella había establecido sentimientos profundos
libremente, que él no había intentado evitar. Su belleza: tanto la exterior
como la interior, poseían algo que él había querido, pese a que era de él, él
hizo todas las cosas concebibles para perderla. Ya había virado a la segunda
página.
No tenía
idea de las veces que se había masturbado viendo esta foto. Talvez cada día.
Era sólo una instantánea que él le había tomado en una ocasión que estaban en
Las Vegas. En la foto, el viento soplaba su largo cabello, apartándolo de su
cara y ella estaba sonriendo. Detrás de ella estaba el hotel Caesar’s Palace,
donde ellos habían pasado la mejor de las dos semanas en la suite presidencial.
Era una típica foto de turista, pero era su sonrisa la que lo encendía. Se veía
tan alegre[21].
Mayne haría cualquier cosa para tener la sonrisa que ella tenía en la
fotografía nuevamente. Haría cualquier cosa por tener sus labios, su cuerpo, de
nuevo.
Desabotonó
sus pantalones de cuero. Antes de empezar a auto-estimularse, se fue, dando
tumbos, hacia la pequeña refrigeradora y sacó una botella aún sin descorchar de
Dom Perignon[22].
La botella fue destapada con un sonoro: “¡pop!” y un halo de humo surgió desde
el pico, pero no se derramó líquido. Tomando un sorbo profundo, se volteó hacia
el álbum de fotografías, que era demasiado pequeño, con cuidado de evitar la
última página. Raramente miraba la última página. Como siempre, se regresaba a
la segunda.
Con dos
tercios de la botella vacía. Se sacó los pantalones y bajó su interior hasta
las rodillas, vertió lo que quedaba de champagne en las palmas de sus manos.
Esto era parte del rito. Champán del bueno era algo que él y Elizabeth
disfrutaban compartir. Todavía podía compartirlo con ella. Tomó contacto con su
húmeda erección, sus pensamientos empezaron a irse. Fue durante una de sus
últimas cenas juntos, que ella le dijo algo que lo había inspirado a escribir
la más hermosa canción de su carrera.
“No puedo
vivir ni contigo, ni sin ti”, podía oírle decir como si hubiera sido ayer. Las
palabras fluyeron del bolígrafo al papel más rápido de lo que él podía
escribir. Mayne se había dado cuenta que ésa era su forma especial, íntima, de
explicar todo lo que había pasado entre ellos. La canción “Without you”, no era
una disculpa, era la parte de Mayne de la historia entre ambos. Era sinceridad
de rock n’ roll que había vendido más de tres millones de copias en Estados
Unidos, rompiendo récords de ventas y poniendo al Grupo Mayne Mann en la
cúspide del mundo del rock. Él le había ofrecido a Elizabeth la mitad de las
ganancias porque sin ella no hubiera existido la canción. Ella diplomáticamente
había declinado.
Un tour con
boletos vendidos totalmente del Grupo Mayne Mann había sobrevenido. Cuando el
tour llegó a Los Ángeles, Mayne desesperadamente había querido verla. No
importaba cuántas mujeres tenía, no importaba cuánto había dicho a todos que
había sido con ella, el haría cualquier cosa por ella excepto dejarla irse para
siempre de su vida. La había llamado una docena de veces en el transcurso de
dos días, dejando mensaje tras mensaje en su buzón de mensajes de voz. Aunque
ella nunca respondió, él le había dejado diez pases de acceso completo en Will
Call[23].
Ella jamás se dejó ver. Después del concierto, Mayne se juró que no volvería a
cometer el mismo error otra vez. Se duchó rápidamente, se puso ropa limpia y
salió, evitando todo el alboroto y la pachanga tras bastidores[24]
que se daba pos concierto. Él y su chofer salieron hacia el apartamento de
Elizabeth, usando el teléfono de la limosina, le marcó desde la calle bajo su
departamento. Nuevamente fue saludado por un mensaje de voz.
“Elizabeth,
sé… espero, que estés ahí. Estoy abajo e incluso si tengo que romper la puerta
para verte, lo haré. Si vas a llamar a la policía, hazlo ahora. No espero nada
de ti, no merezco nada. Mierda, ni siquiera sé lo que estoy intentando decir
aparte de que todavía te quiero. Las palabras no pueden curar lo que te he
hecho, pero, demonios, lo pasado, pasado… de veras necesito ver tu rostro de
nuevo”. Mayne suavemente dijo después del tono.
Las palabras
todavía hacían eco en su mente mientras se preguntaba si hubiese podido decir
las cosas de otra forma. Era demasiado tarde ahora, pensó. Ésta había sido una
de las raras ocasiones, en que Mayne estaba sobrio después de un concierto.
Cuando llegó por el ascensor al piso de ella, escuchó música que se le hizo
familiar. Mientras más se acercaba hacia la puerta, más alto se sentía el
volumen. Entonces su mundo empezó a girar incontrolablemente a la vez que un
fuerte disparo resonó a través del pasillo.
Corrió hacia
el departamento de ella, con un golpe de hombro fuerte, súbito, rompió la
puerta de madera. Halló a Elizabeth en el sofá, sangrando profusamente, la
mayor parte de su cabeza estaba salpicada en la pared, en la mesita de sala
salpicada de sangre estaba la máquina contestadora[25],
un bolígrafo y varios papeles de notitas para escribir, arrugados.
Se plantó,
destruido ante el cuerpo de ella. ¿Cómo había podido pasar esto? Todo lo que el
únicamente había hecho desde siempre, había sido amarla. Devastado, caminó
despacio hacia el equipo de sonido, que estaba a todo volumen. Un cd con una
sola canción, “Without You”, estaba programado para repetirse. Se preguntó
cuántas veces habría ella escuchado la misma canción y apagó el equipo.
Entonces vio que al lado de la máquina contestadora había una nota.
“Número uno
con una bala”, se leía en el papelito, escrito con rojo.
Temblando,
convulso, las lágrimas le salían a borbotones. Mayne empezó a gritar a todo
pulmón. Sonaba como si alguien había soltado a un animal salvaje. Sus alaridos
amenazaban con romper las ventanas. Una aguda migraña le atravesó las sienes,
que estaban palpitantes y sentía una sobrecarga de presión en toda la cabeza.
¿Se había acaso matado ella porque habían ambos fallado o porque él no la había
dejado en paz? ¿Fue acaso la canción, una de las pocas cosas que él jamás había
hecho de manera autónoma, la que la llevaron a hacer esto? ¿Estaba esto
realmente pasando? Entonces otro pensamiento le sobrevino. Sacó la pistola de
su mano y se la puso contra la sien. Iba a unírsele.
CLICK.
Estaba
vacía. Elizabeth sabía que solo necesitaba una bala.
Mayne
dejó esa pesadilla y fue empujado en otro recuerdo. Se le hacía familiar la
sala de su luna de miel en la suite de Las Vegas y casi se sintió a gusto. La
cama estaba desordenada y Elizabeth estaba sonriendo maliciosamente.
“¿Qué
quieres hacer?”
“¿Qué?”
Respondió Mayne, confundido. Ya habían bebido algunas botellas de champán y
habían hecho el amor un par de veces.
“Que
qué quieres hacer”. Respondió ella suavemente, desafiando a Mayne a que responda.
Mayne entendió lo que le querían decir y decidió seguir la corriente. Si ella
le estaba dando una opción para hacer algo a continuación, él, definitivamente,
iba a sacar partido de la generosidad de ella.
“Podrías
venir aquí y decirme que me amas o hacérmelo de nuevo”.
La
cara de Elizabeth mostraba regocijo. Palabras como “amor” eran muy difícil de
obtener de la boca de alguien como Mayne. Una vez más ella sonrió mientras
descendía hacía la cintura de él. No tomó demasiado tiempo para “volverlo a la
vida”, unos cuantos minutos después, cuando ella sintió que él estaba lo más
excitado que podía estar, Elizabeth lo miró con la más sensual expresión que
podía conjurar y, suavemente dijo: “Te amo”.
Mayne
se vino con un ligero gruñido. La poderosa oleada le había dado algo en que
ocuparse, pero no hubo placer en el orgasmo. No hubo más. Sacudió el álbum de
fotos por uno de los lados y se acostó en la cama sintiéndose muerto, mirando
hacia el techo. Por una milésima de segundo, pensó haber oído los acordes de
“Without You”, pero había sido sólo su imaginación. Su cansado cuerpo reposó
ahí por lo que se sintió como un año, antes de sentarse. Por lo menos las
drogas encima de la mesita sí eran reales.
Todo
lo que necesitaba estaba sobre la mesa. Escondido bajo el radio despertador
había una jeringuilla y una cuchara ennegrecida. Había un medio vaso de agua y
un encendedor al lado. En la cuchara mezcló la cantidad apropiada de heroína y
agua, y entonces, usando el encendedor, calentó el reverso de la cuchara hasta
que la mezcla se aclaró, antes de poner una pequeñísima cantidad de algodón en
la cuchara. Con manos temblorosas, agregó un poco de cocaína y su speedball[26]
estaba lista. Siendo una celebridad de alto perfil, no podía permitirse tener
los brazos con señas de mal trato[27].
Usualmente, se inyectaba en el reverso del antebrazo o en sus pies. También se
inyectaba en el cuello, pero por la forma en que se sentía en ese momento, no
tenía tiempo para procrastinar[28].
Como un experto acupunturista, se abultó una vena en el antebrazo.
“¡Qué
chévere!” Exclamó, examinando cuidadosamente su brazo, mientras sentía que la speedball, empezaba a actuar. Cayó de
regreso en la cama. Entre las drogas y sus emociones, estaba cansado. Algo
bueno de las drogas era que lo liberaban de la mayor parte de las presiones que
tenía. Estaba volando mientras la
droga lo golpeaba en olas poderosas. Tomó varios minutos antes que se dé cuenta
que su brazo izquierdo estaba tocando algo. Suavemente se giró. El álbum estaba
abierto en la última página.
La
última página contenía el obituario de Elizabeth y una carta de condolencias.
Lágrimas que había contenido desde ese día empezaron a rodarle en caudales por
sus mejillas. Su cara, usualmente pálida, enrojeció, mientras sentía que su
energía se evaporaba. Estaba ahogado en dolor, pero no creía en la
autocompasión y eso lo hizo sentir incluso peor. Se sentó bruscamente,
respirando demasiado rápido, con una pregunta resonándole en la cabeza: ¿Por
qué había tenido ella que morir? No tenía respuesta para ello y se levantó
demasiado rápido. ¿Por qué todo era un desastre? [29]
Fue
de regreso a la sala. Necesitaba whisky.
¿Por
qué?
Él
la amaba demasiado.
¿Por
qué?
Él
le había ofrecido la mitad de las ganancias. La mitad. Eso constituía un
imperio financiero, pero ella lo había rechazado.
¿Por
qué?
Él
había intentado enmendarse. Había intentado ser bueno acorde a los lineamientos
de la sociedad. Quería entender todo lo que les había pasado. Él quería que
ella lo amara, pero no importaba con cuánto esfuerzo lo intentara: él siempre
lo echaba todo a perder.
¿Por
qué?
Él
quería ser normal nuevamente pero eso no era posible.
¿Por
qué?
Quería
sentirse más cerca de Elizabeth pero ella estaba muerta. Eso atormentaba su
frágil pero por un instante de lógica inverosímil, Mayne concluyó que su cuerpo
no había hecho lo suficiente.
“¡Arrrrghhh!”
gruñó, golpeando todo lo que había en la sala como si fuera un vándalo. Puños y
pies atacaban a las indefensas paredes y los muebles. Inclinó su puño derecho
hacia atrás y un gran hueco se hizo en el yeso. Quitó una lámpara oriental de
una mesa y la lanzó a través de la habitación. Violentamente lanzó un cenicero
de mármol en una placa ornamental, arruinando ambos. Respirando pesadamente y
empapado en sudor de alcohol, agarró un disco de platino y lo pulverizó,
rociando fragmentos de vidrio por todas partes. El vidrio destrozado
centelleaba como el reflejo del sol en la arena. No importaba cuántos cuartos
de hotel había arruinado durante su carrera. Mayne jamás había dañado una
guitarra. Eso era un tabú hasta aquel día. Caminó hacia la línea de guitarras,
agarró una Stratocaster del 68 por el brazo y la estrelló, quebrando el cuerpo
de caoba hasta que no fue poco más que leña.
Con
cada acto destructivo, se sentía ligeramente mejor. Caminó hacia otro disco de
platino, se preparó y traspasó la ventana con el puño derecho. Brotó sangre de
la mano que estaba muy bien asegurada por Loyds de Londres.
Por primera vez durante ese día, sonrió.
Agarró
la botella de Jim Beam y tomó un trago. El líquido le hizo palpitar el pecho y
le alivió la mano sangrante, la que parecía necesitar puntos de sutura. Caminó
hacia su equipo de sonido Fischer y, usando su mano sana, prendió el receptor
de radio. El lector digital estaba señalado en sólo una estación de rock
clásico. Era la única estación “segura” en el dial, porque jamás tocaba ninguna
de sus canciones. La música de Mayne Mann era demasiado nueva, demasiado actual.
Esa estación sólo ponía música de los 60’s y los 70’s. Reconoció
instantáneamente reconoció la canción que estaba sonando, era “I don’t need no
doctor”, de Humble Pie[30].
Era rock de ese tipo lo que lo habían inspirado a convertirse en músico.
Después de los Pie, pusieron a los Allman Brothers. Mayne podía relacionarlo
como sentirse atado a un poste, mientras oía las canciones. Durante los
comerciales, fue a la cocina a traer otra cerveza. En su equipo de sonido
sonaba un comercial de una franquicia de venta de discos que anunciaba sus
ofertas de precios en Los Angeles. La música de fondo que acompañaba al
comercial era “Without You”. Sus ojos le ardieron, pero ninguna lágrima rodó,
pero se dio cuenta que sin importar el lugar en donde se encontrara, no podía
esconderse de él mismo. Como si se encontrara haciendo una especie de operativo
policial, caminó hacia el equipo de sonido, agarró el receptor y lo lanzó con
ambas manos, tomó varios golpes hasta que las luces digitales se apagaron. Con
el receptor en la mano, tropezó, arrancando cables y cayendo sobre uno de los
grandes parlantes. Perturbado y jadeante, se dio forma de llegar al gran ventanal
de cristal que llevaba al balcón, casualmente cayó el receptor de alta
tecnología y deshizo el pestillo que mantenía cerrada la pesada puerta. Sus
sentidos percibieron aire fresco. La fresca brisa pareció darle vigor mientras
caminó por todo el balcón y observaba hasta los límites de la vista que se
tenía desde ahí. Su Bentley negro azabache estaba parqueado, reluciente en el
área de parqueo justo abajo. Levantó el receptor y lo puso en dirección al
carro. Después de varios segundos de preguntarse si su “puntería” era precisa,
lo dejó caer. El vidrio se puso como
tela de araña cuando el receptor golpeó el parabrisas, quebrándolo. Fue a
buscar la cerveza de la que se había distraído y, tambaleando, de forma muy
difícil, abrió la puerta de la refrigeradora, se hizo un desastre, muchas cosas
rodaron por el suelo. Mayne agarró una cerveza, resoplando y, como un fornido
lanzador de béisbol, la lanzó contra su colección de guitarras, fallando
escasamente, de golpear su favorita, una Sunburst Les Paul 57’ de edición
limitada. Agarró otra cerveza de su casi
destruido refrigerador y sus ojos regresaron a las guitarras.
Las
guitarras eran como niños adoptados y él las amaba a cada una de diferentes
maneras. Ciertas guitarras conservaban ciertos recuerdos, pero cada guitarra
tenía la habilidad de crear magia. Era ese potencial lo que el respetaba y
admiraba de estas guitarras, hasta esta tarde. Ahora, sin importar cuánto amaba
a ciertas guitarras, o cuánto valor tenían, todo lo que él quería era sentir
dolor. El dolor lo trajo de vuelta a la realidad. Lo trajo de vuelta a
Elizabeth.
Él
le había dado al mundo música, muy buena música, y sólo había pedido un poquito
como pago por ello: un pequeño espacio para crear, unas cuantas “pataditas” por
ahí[31]¿y
qué hay de un poco de paz mental? En vez de eso, había obtenido un montón de
cosas materiales, más de las que podría alguna vez usar, más dinero del que
podría alguna vez contar y nada por lo que valga la pena luchar. Hacía no mucho
tiempo que había luchado contra todo por todo esto. Ahora tenía una pieza del
Rock que pretendía devolver, pero; la vista desde la cima no era tan pintoresca
como él se había imaginado. Lo que él hacía como expresión artística, la
compañía disquera lo vendía como capital. Rápidamente se había desilusionado
del sistema, ¿pero qué más podía hacer? Sin la industria, él no podría
compartir su música. No importaba cuánto se lo explicaran, las notas musicales
jamás igualarían los signos de dólar. Él hacía música porque desde temprana
edad, realmente había amado el rock and roll, era la gente, para la gente, para
su gente, aquellos para quienes él escribía su música. Entonces,
¿por qué no podía dormir de noche? Miró la respuesta.
Iba
a matar sus guitarras. Si no fuera por estas guitarras, no tendría los
problemas que tenía. Y había salvado la maldita Sunburn 57 por último. Engulló
más cerveza, la alejó de su boca. Le rodaba Budweiser por un lado de la cara.
Cuando la lata estaba casi vacía, la aplastó y la “ponchó” como en balompié.
Enfurecido, agarró una Les Paul Black Beauty y la descargó, la mató, con un
rápido pero violento golpe contra la pared. Levantó una rara Telecaster sobre
su cabeza y la golpeó contra la mesita de café, rompiendo ambos objetos.
Entonces escogió otra Les Paul y la balanceó como si fuera un bate de béisbol,
descargándola sobre una lámpara y otros objetos, antes de que el cuello de la guitarra
se rompiera.
“Maldita
basura barata” gruñó.
Escuchó
algo que tenia un poquito de ritmo, ¿había acaso algún baterista tocando en su
cabeza? Tomó varios segundos hasta que se diera cuenta de que uno de los
vecinos estaba golpeando la puerta.
“¿QUÉ,
UN POCO ALTO EL VOLUMEN PARA TI? Mayne gritó en la dirección en que provenía el
ruido.
No paraba.
Toc,
toc, toc, toc, toc, toc,
“Desgraciado,
te lo estoy advirtiendo”, dijo Mayne
Toc,
toc, toc, toc, toc
Mayne
caminó hacia el dormitorio y hacia su velador, agarró su cocaína y vertió
una
cantidad decente sobre el dorso de la mano que no le estaba sangrando y esnifó.
Después de eso, lamió los residuos que quedaban en el puño, entumeciendo sus
dientes y sus mucosas. Había un paquete de Marlboros sobre la mesa. Agarró
uno y lo encendió. Aspiró profundamente y escuchó a su alrededor.
El
vecino todavía estaba golpeando.
El
cenicero era un desbordante cerro de colillas, así que Mayne puso el cigarrillo
en el límite de la mesa de centro, él había intentado evitar una confrontación,
pero el tonto[33]
de al lado no lo dejaría descansar. Fue hacia su caja fuerte, agarró la Smith
& Wesson.357 Magnum y la recargó en el dormitorio.
“OK,
DESGRACIADO, ¿QUIERES JUGAR, NO?
Toc,
toc, toc, toc,
BUM,
BUM, BUM
Descargó
tres tiros sobre la ya hueca pared. El golpeteo paró instantáneamente. Otra vez
sonrió. Apuntó con el arma hacia uno de sus discos de platino sobre otra pared
y destrozó la brillante esfera. Apuntó a su televisor y lo voló para siempre.
Una
sola bala quedaba.
Sostuvo
la plateada pistola con temor. Fácilmente podría unirse a Elizabeth. Todo lo
que tenía que hacer era apretar rápidamente el gatillo. La idea le atraía.
Talvez lo haría bien en su próxima vida. Despacio, con los ojos cerrados,
levantó la pistola. El gatillo le rozaba su ensangrentado dedo índice, el cañón
se sentía bien contra su sien. Preparándose para el momento, abrió los ojos,
frente a él, burlándosele, estaban dos Les Paul más. Hubo una época en su vida
cuando estos instrumentos musicales eran sagrados para él. La dedicación y años
de práctica eran una labor de amor. Las guitarras habían sido su pasión, su
expresión, su boleto de salida de la oscuridad. Pero todo eso había cambiado
por culpa de una canción. Ahora estas guitarras eran recordatorios de que jamás
recobraría su inocencia.
¿Por
qué diablos no puedo morir con al menos algo de dignidad? Se preguntó, mientras
la rabia la consumía. No podía ni siquiera suicidarse sin la música de algún
modo interfiriendo. Su tembloroso brazo bajó y tomó dirección hacia una de las
guitarras. Se le dificultó retroceder mientras fragmentos de madera volaron por
todas partes. Hizo un enorme hueco en la guitarra, luego se acercó para
comprobar su precisión. Luego tomó los restos y los lanzó hacia el portón de
vidrio. Caminó hacia el balcón. Abajo, una pequeña multitud se había reunido
alrededor de su arruinado carro de lujo.
“¿Alguien
quiere un autógrafo?” preguntó, lanzando la despedazada guitarra.
“Esperen
un minuto, tengo otro regalo”, gritó, y corrió hacia el dormitorio.
Sus
pesados pasos movieron el cigarrillo que había olvidado en la mesa de
centro. Hizo arder la gruesa alfombra.
Mayne llegó a la caja fuerte, agarró una mano llena de billetes de cien dólares
y corrió de regreso al balcón antes de que su audiencia se escabullera.
“No
digan que nunca les doy nada”, anunció. Dejando que el dinero volara. Algunos
espectadores cautelosos retrocedieron pero tan pronto como se dieron cuenta de
que lo que les lanzaban eran billetes de verdad, corrieron a cogerlos. Mayne
les hizo de la mano al pequeño público y regresó adentro.
Una guitarra quedaba.
Miró
hacia la 57’, maravillado de los hermosos colores que tenía. Era apropiadamente
llamada Sunburst[34].
Rojos, naranjas y amarillos se mezclaban en el cuerpo de madera. Esta tenía
adornos de oro de igual forma agarres dorados. La Sunburst era la preferida de
sus guitarras, tenía otra docena almacenadas, pero esta fue la primera que él
compró después de que Suicide Shift firmara un contrato de grabación. Era la
forma en que él mismo se recompensaba por “haberlo hecho”. Esta era también la
guitarra con la que él había escrito la música para “Without You”. La tomó con
cuidado y precaución, gentilmente. Se sentó sobre piso estilo hindú. Muy en el
fondo, estaba contento de no haber destruido esta pieza. Su mano herida le
dolía bastante, pero él quería tocar. Sangre le manaba de su mano y ensució el
cuerpo de la guitarra. Cautivado, Mayne la veía correr, no importaba lo
intoxicado que estaba, sus dedos nunca lo traicionaban y esta guitarra tan
particular para él, correspondía a su llamado. Empezó escogiendo algo que sonó
como de Hendrix[35].
Paró abruptamente, algo acerca de la última guitarra lo impactó y no podía continuar,
de algún modo, vagamente, le recordó una parte de “Without You”. Después de
tomar un profundo respiro, Mayne parcialmente recobró su compostura.
Multimillonarios como Mayne Mann se supone que no debían llorar. Ellos estaban
más allá de las lágrimas o al menos, eso era lo que la Sociedad quería creer.
Mayne Mann era sólo Stephen Maynard Mandraich, un chico talentoso que podía
recorrer ágilmente con sus dedos a través de una pieza de madera con cuerdas.
Empezó a entonar uno de sus riffs favoritos, “Don’t believe a Word” de Thin
Lizzy [36].
Aunque la guitarra no tenía amplificación en ese momento, la podía oír como si
tuviera, dejó la última nota vibrando mientras paraba y reflexionaba. Solía
amar el sentir este instrumento en sus manos. Solía amar el sentido de este
instrumento en sus manos. Solía amar el hacer que las cuerdas tengan vida.
Solía amar el simple hecho de sostener la guitarra en sus manos. Entonces su
mente, de manera perniciosa le recordó la forma en que sentía a Elizabeth.
Rápidamente se levantó del piso y reventó la guitarra hacia un lado. Aterrizó
con un sonido horrible. Sin palabas, miró la guitarra y pensó en ella. Ambas le
habían dado mucho placer, pero él nunca había podido expresarle apropiadamente
su gratitud. Nunca le había dicho la verdad sobre lo que ella le hacía sentir,
sobre cuánto él la amaba y, cuando lo hizo, la canción reafirmó que él debió
mantener la boca cerrada. Al menos ella estaría viva. Pero la canción era algo
puro y él quería tocarla para ella, aunque físicamente ella no estuviera
presente, él aún podía cantarla para su alma, quería entonar pero tenía miedo
de tocar la guitarra. Entonces, vio una alternativa.
Recogió
la casi finalizada botella de whisky y terminó el poquito que aún quedaba. Se
le rodó sigilosamente de la mano. Estaba
muy borracho, muy drogado. Tambaleó hacia el piano, el cigarrillo encendido en
el dormitorio había quemado hasta el edredón de plumas de ganso. El cobertor se
quemó también y las llamas rápidamente se esparcieron a través del dormitorio.
Prendas desechadas actuaron como leña y pronto el dormitorio estaba totalmente
en llamas. Hasta hace unas brumosas horas, la vida de Mayne, no importa cuán
miserable, era lo que la mayoría de personas sólo podían soñar. Era una
ilusión, era un miembro de la elite del rock n roll, un héroe. Ahora, estaba
reducido a un ser primario, básico y realmente ya nada importaba. Sintió las
espinas que le envolvían el corazón y por mucha vez en mucho tiempo, se sintió
humano de nuevo. Se había incinerado espiritualmente al abusar de las drogas.
Había menoscabado su salud y su crecimiento personal con el vicio. Se había
cegado él mismo, porque tenía temor de ver que su propósito, su regalo de vida,
era ser sincero con él mismo. Y la única ocasión en que había podido encontrar
esa verdad interna era cuando tocaba su propia música. Cuidadosamente puso los
dedos sobre las teclas de marfil, haciendo que melodías tomaran vida a través
de sus dedos. No importaba cuánto doliera su mano, el seguía haciendo música,
estaba determinado a tocar por Elizabeth y el resto de ángeles. Con cada acorde
armonioso, cada acento musical, cada nota, su dolor amainaba un poco. Con cada
transición de nota musical, se convertía, se unía, se hacía uno sólo con la
música.
Sudando
profusamente, Mayne sintió que algo se atizaba atrás de él. Intentó ignorarlo
tanto como pudo. Finalmente, se giró y vio grandes llamas que ondulaban desde
su dormitorio. Primero pensó que se trataba de una alucinación, pero el fuego
era abrasadoramente[37]
real e iba hacia él. Su guitarra favorita ya había sido envuelta en llamas y
estaba pereciendo. Quiso salvarla pero no pudo. Se rehusó a dejar que su
recital fuera interrumpido. Elizabeth estaba escuchando. Cada vez que sus dedos
presionaban las teclas del Steinway, las teclas se manchaban de rojo. Ignoró
las manchas rojas, deslizando sus largos dedos a través de las teclas. Venas
cicatrizadas sobresalían de sus antebrazos, mientras sudor le rodaba por la
cara. Todo lo que él había querido hacer en su vida, era tocar su música y
ahora lo estaba haciendo. Por el momento, se sentía libre de sus demonios, se dio
coraje y empezó a cantar “Without You” en su naturalmente brusca voz. La gruesa
alfombra rápidamente se convirtió en algo cercano al infierno, cuando una
gigantesca ola de fuego rosado se elevó y se esparció a través del piano. Mayne
no le prestó nada de atención a aquello, mientras las llamas devoraban el
departamento, no gritó, no desentonó. [38]
[1] “The un.down recluse didn’t
recognize the reflection”
[2] “Sure, the long blond hair and
tattos gave him away”
[3] “no longer authentic gems, but
rather costume jewelry”
[4]
Wikipedia dice que Jim Beam es una marca tradicional de Whisky estadounidense.
[5]
“caked in cocaine residue”
[6] ;)
Por si acaso; , Los Ángeles, California
[7] Se
entiende (o éste servidor entiende) que el departamento estaba hecho un
desastre y luego de diez minutos de recoger desperdicios, empezó a verse un
poquito mejor.
[8]
“safety net” dice el texto en inglés, esto implica que el podía pensar en Elizabeth
siempre y cuando tuviera a mano algo en qué apoyarse, en este caso whiskey y,
como hemos leído antes, cigarrillos o cocaína.
[9] El
texto dice: “personal flaws and fuck ups”, sin comentarios.
[10]
La siguiente oración está en el texto: “He wanted to have his cake and eat it
too”. No entiendo a qué pastel, muffin hará referencia Del James.
[11]
Shift es la tecla que presionan en sus teclados/teléfonos móviles para poner
mayúsculas. Suicide significa “suicidio”. ¿Alguien quiere darle significado en
español al nombre de la banda de Mayne? Por favor, a mi twitter @jocho14 háganme llegar la sugerencia ;)
[12]
“solo”
[13]
En este punto no supe de qué mejor forma traducir: “the two nubile girls”, o
sea: “las dos chicas núbiles…núbil suena demasiado rebuscado, demasiado “Jorge”
;)
[14]
“menage-a-trois” está en el texto original ;) … es “charm (palabra también del
francés)” entre tres…si, lo que se imaginan.
[15]
“Car phone” consta en el texto original. Creo recordar que en Miami Vice (la
recordada serie que puso en órbita a Don Johnson, narcotraficantes, estrellas y
millonarios tenían teléfonos adaptados en sus vehículos, ahora no sería ninguna
novedad, pero, este relato data de los últimos años de los 80 y entonces la
telefonía portátil no era tan popular.
[16]
Mayne Mann es el nombre del protagonista. “main” significa principal, mayor,
“man”, ¡ya saben que significa! En el texto está: “My main man”; obvio un juego
de palabras.
[17]
“Fuck you very much”…difícil de traducir ;)
[18]
En el texto original se lee: “He grabbed a few C-notes…” me resulta curioso
porque es una forma coloquial de llamar a los billetes de cien dólares en ese
país. ¿Lo sabían? ¡Pues yo no!
[19]
Hablan de un beeper, los ya descontinuados localizadores que estuvieron muy en
boga durante unos años entre fines de los 80’s y finales de los 90’s.
[20]
Según Wikipedia: “nombre comercial de un tipo de película para diapositivas en
color fabricadas por Eastman Kodak entre los años 1935 y 2009”.
[21]
Utilizo la palabra “alegre”, por incapacidad de traducir adecuadamente: “so
free from pain”.
[22]
Una marca bastante exclusiva de champagne…lo aporto por si las moscas.
[23]
El servicio Will Call, es usado para las ocasiones en que por cuestiones de
tiempo no es posible entregar los boletos de un concierto hasta el domicilio u oficina
del comprador. Esta información ha sido tomada de la página de Ticketmaster
mexicana. Es un buen invento gringo.
[24]
Con el “alboroto y la pachanga tras bastidores” intento traducir “backstage
hoopla”.
[25]
Mayne dejaba sus mensajes de voz no en un móvil sino en el teléfono
convencional de la casa de Elizabeht, para la época, era habitual que gente con
posibilidades económicas tuviera una máquina que hacía las veces de “buzón de
entrada” de los mensajes de voz, así como de contestador automático.
[26]
Wikipedia dice: “Bola rápida, también llamada bola de poder, es el término con
el que comúnmente se conoce al uso combinado de heroína y cocaína en una misma
jeringa”.
[27]
Se refiere a pinchazos, provenientes del uso de drogas con jeringas.
[28]
He utilizado la palabra “procrastinar” por analogía con el vocablo (s)
dilly-dally, que me parece fantásticamente concebido para significar la pérdida
de tiempo en indecisión.
[29]
Mi diplomática forma de traducir: “Why everything was so fucked?”
[30]
Si no la han oído, ¡no se imaginan lo bien que suena esa canción! Aquí el link https://www.youtube.com/watch?v=-5zInnmyTJg
¡Tripéenla!
[31]
¡No sé como traducir: “some kicks thrown in” :’(
[32]
Mi diplomacia presente (nuevamente), el texto reza: “yer pissing me off,
asshole”.
[33]
Esta no me la sabía: “shithead”, je je
[34]
Sunburst da a entender una de esas súbitas apariciones del sol en medio de un
día nublado, ese color tan especial, está plasmado en la Sunburst 57
Stratocaster, si se tradujera literalmente, significaría “quemadura de sol”.
[35]
Espero que haya sido “Hey Joe”.
[36]
¡Aquí está! https://www.youtube.com/watch?v=v54n4-gzHck
[37]
“Scorchingly” ¡Ésta no me la sabía para nada!
[38]
Si su inglés es medianamente bueno, recomiendo el blog de este tipo, Nathan
Jolly, me aportó varias cosas interesantes sobre la historia, además pueden
leer la historia original en inglés y, por si fuera poco, el prólogo escrito
por el propio Axl Rose, donde se ponen de relieve las similitudes entre Mayne
Mann y él. http://nathanjolly.blogspot.com/2007/06/music-mystery-1-november-rain.html
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