viernes, 10 de febrero de 2017

Sobremesa sin fin (virtual 24/7)

Según Wikipedia: la sobremesa es un periodo de relax y asueto, que en algunos países  suele ocurrir inmediatamente tras la comida (en particular, el almuerzo) Es un periodo de tiempo en el que, debido a la digestión, se evitan esfuerzos físicos, permitiendo que los comensales se impliquen generalmente en una tertulia, abarcando diversos temas (charlas de sobremesa). Tomo este concepto por considerarlo “abarcador”.

Partiendo de lo expuesto, tenemos claro que todos hemos participado en una “sobremesa”, desde siempre, incluso sin saber que dicho lapso de tiempo tenía nominación y espacio en el diccionario de la RAE. Yo agregaría que la sobremesa podría ser también aquel espacio corto, cortísimo de tiempo en que nos encontramos en la calle (“sobrecalle” no suena nada bien) o algún sitio particular (“sobremall”, “sobreshopping”,también suenan pésimo) con algún conocido o conocida, y, adicional al rápido intercambio de “holas”, “cómo estás” y “todo bien”, comentamos superficialmente algún tema que bien podría ser una banalidad como también alguna ligereza sobre un tema con mayor relevancia. El encanto de la sobremesa residía justamente en su concisión, en su brevedad. Uno no hacía y, de hecho no hace, sobremesas de horas. Se trata de un instante, unos pocos minutos. Había quienes contaban un chiste deportivo o político, quienes “chismeaban” sobre aventuras extramaritales de vecinos y vecinas, así como quienes aprovechaban para relatar al interlocutor, con ademanes apropiados, la rabia que les ocasionaba la actitud de la pareja, las depresiones sentimentales, las deudas contraídas, etc. Es justo decir así mismo, que la sobremesa era un espacio que otorgaba todas las facilidades para que un interlocutor haga mofa de las creencias y aficiones de quien oía, del mismo modo, con frecuencia, alguno quedaba “herido” en el intercambio por la opinión del otro, pero en fin, todo se olvidaba y para la próxima sobremesa, se empezaba desde cero.

Los tiempos que corren, expertos en cambiarlo todo, nos han modificado también la sobremesa, no tanto en cuanto al contenido, ni a la forma; sino a la duración. Por ello el anterior párrafo fue escrito en pasado. Actualmente, con los grupos de whatsapp que se reproducen por doquier y por cualquier motivo, así como la dependencia cada vez mayor de Facebook (omnipresente en nuestras vidas y, desde que te da la opción de dejar tu cuenta a alguien “por si te ocurre algo”, hasta en nuestras muertes); la sobremesa, ese espacio corto que teníamos para molestar, decir cosas que con seguridad no diríamos en espacios en que tenemos que conducirnos con seriedad; se ha vuelto un elemento permanente en nuestras vidas. Un anglófono diría 24/7. No es nada raro, al contrario es lo más normal y corriente en cualquier día que, al entrar a Facebook, nos enteremos de lo molesta y herida que se siente una de nuestras amigas porque la pareja la “dejó por otra”; esto no obsta que sea el caso análogo a la inversa, con uno de nuestros amigos haciéndonos conocer de su depresión y sus “ganas de morir”. Así mismo, los memes (que definitivamente están dejando atrás a la caricatura como elemento de humor gráfico dominante) sobre multitud de temas aparecen incesantemente en nuestros timelines y –aunque resulte odioso- luego (o antes también) aparecen en nuestros grupos de whatsapp (no en uno, en todos). ¿Y qué con ello? A decir verdad, los memes nos causan muchísima hilaridad, hay algunos de tal calidad, que garantizan carcajadas. Lo mismo ocurre con las historias y las confesiones de nuestros amigos y amigas. Entonces es cuando aparece el pero. La sobremesa que hemos construido en redes sociales no tiene fin, no termina como antes, cuando nos despedíamos de la persona con la que habíamos charlado, a veces amenamente, a veces con algo de molestia por lo punzante que nos parecía su opinión sobre aquello en que creíamos o con lo que simpatizábamos. Pero en cambio, el estado de ánimo de los seres humanos (las dopaminas, endorfinas y muchas cosas terminadas en “ina” son las culpables) es maleable y volátil, es dinámico, cambia. Y suele ocurrir que cuando uno se halla con una alegría visible a un kilómetro, debido a la victoria del equipo que uno sigue en el encuentro clásico contra el rival que se odia, o porque el candidato político por el que uno votará está liderando la encuesta de intención de voto, otro está incómodo o triste por el mismo motivo, pero a la inversa (esto de antagonizarnos está presente en todo). También puede pasar que más de uno estén en el mismo mood y eso lo arregla todo, nos parece genial y disfrutamos al máximo nuestra experiencia de interacción online, quisiéramos que la sobremesa virtual no termine nunca, más ocurre que las sustancias químicas mencionadas up supra nos lo impiden. Entonces, la misma persona que hace unas horas nos compartió un meme o una publicación que juzgábamos increíble, nos empieza a caer un poco mal por tediosa, repetitiva o enfermiza con los temas que comparte. Es posible que luego unos cuantos memes, terminemos saliéndonos del grupo de whatsapp, o eliminándolo o bloqueándolo de nuestra lista de amigos en Facebook. Lo que era una amistad bonita, se ve truncada porque la sobremesa no terminó jamás. Frecuente es el caso de alguien que es en extremo apasionado por un tema y de alguien que siente total apatía por esa materia, de este cortocircuito amistoso sobreviene la indiferencia e incluso, la enemistad.


Las redes sociales, apoyadas más que todo en el teléfono móvil, han convertido nuestra vida en una sobremesa sin fin. Al no tener límite, es probable que nos saquen de quicio. ¿Podemos hacer algo para evitar ser molestados por este signo inequívoco de posmodernismo? Quien escribe esta entrada no lo sabe, así que seguirá de sobremesa en el mòvil. 

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