martes, 1 de agosto de 2017

Dunkerque, o por qué la Academia no puede escamotearle esta vez el Oscar a Cristopher Nolan



Cristopher Nolan vuelve a la carga con Dunkerque (Dunkirk)

Trailer oficial de Dunkerque

En lo que viene siendo habitual en el director nacido en Westminster y residente en Los Ángeles, Dunkerque ofrece más que una narración, una experiencia sensorial (recordemos, sino, la fantástica puesta en escena de Interstellar). El sonido del papel cayendo en las primeras escenas, el de la respiración del agitado soldado representado por Fionn Whitehead, el de las balas, el del planeo de los hermosos spitfire (magistral el sonido de los motores Rolls Royce Merlin que impulsaban a los preciosos monoplazas, íconos de la RAF en la II Guerra Mundial), aunado a tomas imponentes y hermosas del firmamento y del hermoso azul del mar durante las batallas aéreas hechas en gran formato (65 mm) algo que, per se también constituye hoy una rareza, con el auge del rodaje en digital y sumado al intimismo de las escenas en las que, reitero, más que narrar; el director inglés nos invita a sentir el terror de los soldados por la inminente llegada del enemigo (enemigo que tampoco se dice jamás quien es, dándose por descontado que es la Alemania nazi), la convicción patriótica del propietario de un pequeño yate que, junto a su hijo y un amigo de éste, surca el Canal de la Mancha (English Channel, por si algún inglés lee este blog) para ayudar a los soldados británicos, franceses y belgas que diezmados y perseguidos por el enemigo, están en las playas de Dunkerque esperando buques que los lleven a Gran Bretaña, mientras el recién ascendido Churchill empieza a preparar la defensa de Inglaterra; así como también las sensaciones, ora de terror, ora de emoción y victoria, de tres pilotos de la RAF en sus escaramuzas contra los cazas enemigos (léase, la Luftwaffe). Todo esto, con el acompañamiento adecuado de la banda sonora que para esta ocasión, cocinó el gran Hans Zimmer. 

Banda sonora de la película

En el aire, en la tierra o en el mar, la película nos lleva por los recovecos del temor humano, de la desesperanza absoluta, pero también de la fe en el otro, sin importar quien sea, como cuando el chico representado por Barry Keoghan salva al "extraño" que encuentran parado en su avión -que hacía las veces de atolón- en su travesía hacia el continente o como cuando "Tommy", pide de favor que no obliguen a salir -lo que implicaría la muerte- a un desconocido francés que se hacía pasar como inglés para salvar la vida. Nolan (y esto no es un anacronismo, pero tampoco lo usual en él, baste recordar los guiños a regímenes dictatoriales y autoritarios que se representan en The Dark Knight Rises o, en la misma película, la discusión sobre el dinero que tienen un simple policía de la calle y un acaudalado banquero de Wall Street), no presenta Dunkerque para hablarnos de Politics, solo se oye la mención a Churchill y se da apenas un par de minutos a la discusión y votación en el Parlamento que ocupó los titulares de los tabloides británicos apenas culminada la Operación Dínamo. La cinta (es dable llamarla así, por el ya referido hecho de que sí se usó celuloide para filmarla) muestra inquietud, temor, horror, dolor, muerte, resignación, tristeza, alivio, esperanza, a través de la habilísima exposición de tres historias. Lo que vemos, oímos, sentimos es el drama humano de la guerra, a través de los ojos de jóvenes soldados, hay incluso una línea genial en la que el propietario del yate, representado por Mark Rylance, dice algo así como: "no deberíamos los viejos solo mandar a nuestros hijos a la guerra sino nosotros también ir"; de personas que tal vez no querían estar ahí y se muestran humanos, frágiles, débiles, ante el rugir de las nuevas máquinas de matar que la II Guerra Mundial puso en el escaparate: submarinos, cazas aéreos con bastante autonomía, fusiles de asalto cada vez más eficientes, etc. Ante tal bagaje bélico, Nolan nos muestra al ser humano. El hombre y la guerra, el hombre con miedo de ella. Podrían posiblemente establecerse ciertos paralelos entre este largometraje y la memorable The Thin Red Line (Terrence Malick, 1998). 

Aún en el fragor de la batalla, en lo intimidatorio que resulta ver tantos cadáveres, se nos ofrecen muestras de la más excelsa calidad cinematográfica. Hay tomas en las que parece que de verdad el agua inundará nuestras butacas de cine y hay tal estrépito en algunas explosiones provocadas por las bombas, que probablemente tengamos más de un sobresalto. Por otro lado, el director de The Dark Knight es probablemente la autoridad mundial en materia de flashbacks y recursos narrativo-fílmicos  no lineales (¿vieron Memento?), lo que puede resultar mareante para el espectador no iniciado en Nolan o para quien solo gusta de blockbusters. Sobre este punto, confieso que frecuentemente comento a mis amigos/as (permítaseme el abultamiento gráfico por esta ocasión) que lo que más me gusta de las películas de Cristopher Nolan es que él demuestra, de algún modo, respeto por el espectador que paga la entrada al cine. ¿Cómo? Con buen cine, con atención por los detalles, con trabajo, con calidad. Es un artista que te "vende" su trabajo, pero ofreciéndote con respeto su producto, porque sabe que haces un egreso para adquirirlo. Al espectar Dunkerque, tú sabes que quienes la produjeron te consideran del talante intelectual suficiente para no perder el hilo de la película.  

Dunkerque es la película del año, es un poema épico, intimista, melancólico, con hermosos insights visuales y actuaciones tan naturales, que uno pensaría que está viendo un documental. Cuando el personaje que representa Tom Hardy quema el avión en el que luchó durante toda la película, uno sabe que el fin está cerca, pero sabemos que el personaje afronta ese aciago destino (es aprehendido por fuerzas enemigas) con cierta satisfacción, por haber cumplido el trabajo que se le dispuso (le entregó la carta a García, se diría por ahí) y, si como dijo alguna vez Wilde: "lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo": del piloto tenemos la certeza de que vivió

Consejo: Si deseas divertirte, no gastes tu dinero en ver Dunkerque, mira el remake-smash up y-no-sé-qué-rayos-más-Baywatch (están La Roca, Zac Efron en una versión musculada y émulos de Bo Derek con traje de baño rojo) así como Spiderman Homecoming y la enésima entrega de Transformers, o sea, opciones tienes. Dunkerque es "menos amigable" incluso que Inception y tampoco cuenta -obviamente- con un superhéroe enmascarado, amigo de los murciélagos, en el papel protagonista como en la trilogía TDK. 

Gramática de bolsillo.- "Escamotear", verbo, que; según la página de la RAE, significa:
"Del fr. escamoter.
1. tr. Dicho de un jugador de manosHacer que desaparezcan a ojos vistas las cosas que maneja.
2. tr. Robar o quitar algo con agilidad y astucia.
3. tr. Hacer desaparecerquitar de en medio de un modo arbitrario o ilusorio algún asunto o dificultad".
Lo vamos a conjugar así: La Academia de artes y ciencias cinematográficas de Hollywood le escamoteó el Oscar a Cristopher Nolan en el año 2010, por Inception y, al humilde criterio de quien escribe en este blog; también se lo escamoteó en 2014 por Interestelar (Interstellar). Que esta vez, no pase. ¡Que se lo den ya! 

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