jueves, 15 de junio de 2023

De utopías contemporáneas e ingratas realidades

“Ser o no ser, esa es la cuestión” Hamlet: III acto, escena 1.

William Shakespeare

 Cuando el bardo inglés nacido en Stratford-upon-Avon, pone en boca del príncipe de Dinamarca esas líneas que dan inicio a su genial monólogo, da pie a una de las cuestiones fundamentales de la humanidad. Varios elementos esenciales de la existencia giran en torno a aquella (en apariencia simple) pregunta. La Historia da cuenta de muchos personajes que han decidido (otras veces no han decidido, sino que la conjugación de circunstancias los han obligado a) ir más allá de la mera enunciación de ideas y han tratado de dar existencia material a sus pensamientos.

Giorgio Rosa fue un ingeniero italiano que en la década de los 60 del siglo XX acometió (desconocemos si motivado por el Quijote, por Tomás Moro o por las solventes directrices que da Borges en Tlön, Uqbar, Orbius Tertius) la empresa de crear su propio mundo: A saber, una isla, constituida por una meseta de concreto asentada sobre pilares de  acero que estaban incrustados en el lecho marino, a la manera de las plataformas de extracción petrolera, ubicada fuera del área de mar territorial italiano, en la costa de Rímini. De la fugaz existencia (o no) de este micro estado, Sydney Sibilia, un director de cine salernitano nos cuenta las incidencias en un formato no exento de licencias pero que resulta lúdico y pedagógico, a través de la película L'incredibile storia dell'Isola delle Rose, producida por Netflix y disponible en dicha plataforma.

La complejidad de un proyecto de tal naturaleza no deja indiferente a los distintos estamentos que podían verse afectados por el emerger de un estado “construido” a partir del ingenio y la visión de un ingeniero que simplemente quería estar (ser) fuera de lo que él consideraba las cadenas del mundo moderno.  El Consejo Europeo con sede en Estrasburgo delibera sobre el caso y considera que no puede emitir dictamen alguno puesto que el micro estado (La República de las Rosas) se encuentra fuera del mar territorial de país europeo alguno. La Santa Sede presiona e influye sobre el gobierno italiano para que tome acciones. La ONU hace consultas sobre el tema.

 El anhelo de libertad del ingeniero Rosa da lugar a una nutrida y variopinta serie de situaciones que con no menor éxito que la película, recogen Nicolás Carrillo-Santarelli e Ignacio de Casas en un artículo intitulado: “La estatalidad como un santo grial del uso geopolítico y legitimador del derecho internacional. Consideraciones a partir de un caso real interpretado en el cine” que de manera amena (una rara avis en el universo de las publicaciones científicas) y didáctica refieren y discurren sobre el caso, sobre la película, sobre las posibilidades de utilizar la película como material didáctico para las clases de Derecho Internacional y sobre los recovecos filosóficos, literarios y jurídicos que el quijotesco esfuerzo de Rosa conlleva.

El citado paper tiene en su primera parte una intención comunicativa que es evidentemente presentar y discutir la relación entre el Derecho Internacional Público y la literatura, y otras formas de arte, porque se destaca  la importancia de considerar las obras literarias y cinematográficas desde una perspectiva jurídica, ya sea como herramientas pedagógicas para transmitir información sobre el derecho internacional de manera lúdica, o como medios para explorar dinámicas subyacentes en la construcción de la institucionalidad jurídica internacional. En la segunda parte se expone una cuasi metodología de enseñanza de Derecho Internacional a través de la película, exposición que viene enriquecida por referencias literarias e históricas. En la tercera parte se desarrolla el meollo del asunto:

El paper deja más que todo, preguntas. ¿Por qué querría Rosa una República? ¿No podía ser mejor una monarquía? A los Saboya la república italiana les confiscó sus bienes en 1946, por tanto, no; mal derrotero. ¿Por qué no intervino Estrasburgo? ¿Hubo intención geopolítica por parte de Rosa? Estas preguntas (y un sinnúmero más) quedan como insumo para el debate. La discusión no debe dejar de lado el que es talvez el principal problema del Derecho Internacional: la obtención de la calidad de Estado, que era algo que Rosa, una vez que cayó en cuenta de que la utopía necesitaba de fuerte asidero con la realidad, intentó, infructuosamente conseguir.

De la heroica resistencia de Rosa y sus acólitos frente al imponente acorazado de la marina italiana que fue a destruir la isla y de la posterior destrucción de su sueño, de una utoía que se dio de bruces con la realidad, dura como el concreto de la Isla de las Rosas, no tenemos mejores palabras que las que el propio Hamlet dice luego de las universalmente conocidas:

 

¿Cuál es más digna acción del ánimo,
sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta,
u oponer los brazos a este torrente de calamidades,
y darlas fin con atrevida resistencia?

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