viernes, 25 de mayo de 2018

Zombies y yo.



Zombies y yo
                                                                           
Ventanas, agosto 2017

A Gaby Intriago, para que pierdas el miedo.
No había podido dormir placenteramente anoche. El recuerdo de las historias que Jorge me había contado sobre una supuesta plaga de zombies, de algún modo; me atormentó durante gran parte de la madrugada. La migraña que suele aquejarme de vez en cuando, hizo también aparición aproximadamente a las 3 de la mañana y estuve tratando de calmarme sin éxito hasta las 5, cuando ya la Aurora empezaba a despuntar.

Hoy iba a ser un día atípico, todos mis familiares iban temprano a viajar a Jama a visitar a una pariente que estaba enferma y, como mi mamá sabe que estoy en los últimos meses de la carrera, me permitió quedarme para estudiar un poco y tener algo de descanso, porque como recién fueron las fiestas de Chone, he estado muy ajetreada.  

Mientras bajo a realizar mi limpieza cotidiana, me pasan por la cabeza un sinnúmero de cosas, entre ellas: mi necesidad de terminar a tiempo la tarea de Estadística Financiera, porque el tutor online me resultó muy, muy gruñón y poco confiable; el atender a los grupos de whatsapp de mis compañeras de colegio, ya que estamos armando una reunión de la promoción 2008-2009 y hay alrededor de ¡500 mensajes! Va a ser algo complicado responder todas las inquietudes que tengan, pero hay que hacerlo y, por supuesto, responder a quienes me han estado escribiendo, entre ellos, David, Carlos, Marcelo y Rodrigo, quienes no se cansan de mandarme mensajes de invitación a salir. Si bien es cierto que lo hacen con respeto y envían imágenes bonitas, la verdad es que me gustaría que fueran menos insistentes porque no he pensado en salir con ellos en otro plan más que de amigos y que cuando me escriban, no incurran en faltas ortográficas, je je ese es un aspecto que definitivamente Jorge tiene totalmente cubierto: ¡su precisión ortográfica es admirable!

Uuuuu, uuuuu, uuuuu, parece que es una ambulancia, que suena a lo lejos.

Tengo también que organizar mi salida deportiva con Carol y el resto de las chicas del local, debemos ponernos un poco rigurosas con el horario si es que queremos hacer un buen papel en la próxima 5K por las fiestas de Octubre.
En la radio informan con insistencia de que la morgue se ha visto colapsada por la cantidad de fallecidos en estos últimos días. Supongo que la combinación de alcohol, fiestas, motos al alcance de todo el mundo y drogas, hacen un cóctel peligroso y ahí están las consecuencias. Me resulta raro pero me encuentro pensando que es algo “bueno”, que quienes fallecieron, tengan cristiana sepultura y no como el cuento que Jorge ha estado escribiendo, pensando en su serie The Walking Dead; que se salen de sus tumbas y van a hacerle la vida imposible a los vivos. Me digo que es un alivio.

El canal 7 informa que la Ministra de Salud se va a dirigir en cadena nacional sobre los últimos acontecimientos. Bueno, la verdad la política no es mi fuerte, no me interesa mucho, aunque no deja de ser raro que tan temprano ¡y en día domingo! Se pongan a hacer esas transmisiones. Yo haré lo mío. Mmm, suena mi teléfono, ¿quién será a esta hora?

-¡Gaby!
Hola, sí, buenos días.
- ¿¡Dónde estás!?
En mi casa, ¿qué son estas horas tan temprano de llamar? Dime, qué ocurre, apenas despierto
- ¡Está pasando Gaby!
¿Qué cosa? Por fa, cálmate, dime primero qué es que según tú está pasando, dije con tranquilidad.

Tuu, tuu,

La llamada había sido cortada abruptamente. Imagino que se le terminó el saldo a Eduardo, bueno; voy a prepararme unos pancakes, luego veré qué mismo es que ocurrió.

Mientras tanto, solicitamos a la población mantener la calma; estamos coordinando con todas las instancias pertinentes el operativo de emergencia. Reiteramos: no pierda la calma, manténgase en contacto con sus familiares, de ser posible, use redes sociales para evitar congestionamiento en las llamadas.

Es el comunicado que pasan en la tv y francamente, lejos de inquietarme, está aburriéndome. Me percato de que mi madre ha olvidado (espero que no obviado) su promesa de comprar una nueva sartén, la que uso en este momento para cocer la masa de mis pancakes es la de siempre, que casi ya no tiene teflón en la superficie, lo que significa que mi desayuno está adherido a la superficie del cazo o sea: pegado. Y, si es cierto lo que algunos estudios dicen sobre ingesta de comida medianamente quemada, he incrementado mi riesgo de padecer algún cáncer al estómago en el futuro. ¡Bah! Y eso que mi madre es cuidadosa. Le haré acuerdo esta misma tarde.

Uuuuuu, uuuuuuu, uuuuuu, otra vez una ambulancia y esta vez suena muy cercana.

¡Ya basta! Iré a cerrar en este momento las ventanas y prenderé el viejo aire acondicionado aunque eso signifique un aumento en la planilla de energía eléctrica. ¡A duras penas estoy tratando de recomponerme de una noche con sobresaltos y tengo que estar oyendo a cada rato el estruendo de estos vehículos hospitalarios! ¡Así no se puede!

Veo que hay lo que podría llamar agitación en las calles; hay personas corriendo y otras yendo en motos y vehículos a una velocidad a la que no llamaría baja, estoy casi segura que se debe a lo típico en este tipo de casos: una fiesta que duró toda la madrugada, exceso de alcohol, alguna riña o algún accidente de tránsito, es una pena pero nuestra gente no entiende. Solo le pido a mi Dios que si alguien falleció, que se apiade de su alma y que me cuide a los míos y, bueno, a los que sin ser míos y están lejos de mí pero a quienes aprecio lo suficiente como para que mi corazón se cuide de ellos.

Empiezan a sonar los acordes de “Looking for Paradise”, la bonita canción de Alejandro Sanz y Alicia Keys que tengo establecida como tono personalizado para Carol.

         Aló.
-          ¡Gaby! Gracias al cielo estás ahí, ñañita!
Je je buenos días, ñañita, cuéntame qué pasa.
-          ¡Gaby están pasando cosas! ¿Dónde estás? ¡Mira que…
¡Cálmate Carol! La interrumpo. ¿Qué ocurre? ¡No me hagas asustar, a ver, cálmate, cuéntame qué está pasando!
-          ¡Vieron a…
Tuuu tuuu

¡Caramba! También se cortó la llamada. Ya mi tranquilidad se terminó, ups y hay demasiados mensajes de whatsapp, al menos responderé a Jorge, que suele ser bastante resentido, a veces no sé cómo lo aguanto, je je je; si no le respondo, seguro le dan uno de sus arrebatos y no hablaremos por una o dos semanas.

Uuuuuu, uuuuuuu

No paran de circular las ambulancias y de hacer sonar las sirenas, ¿qué mismo será que está pasando?, echaré un vistazo desde el portal, al abrir la puerta; mi teléfono vuelve a sonar, pero no responderé, primero iré a ver qué pasa, respondo en WhatsApp más tarde; no hago nunca lo de ir a ver a la calle las aglomeraciones, pero esta vez ya estoy algo inquieta.

Al entreabrir la puerta, juraría que un tenue olor nauseabundo viene desde la calle, doy cuatro o cinco pasos y veo a gente ensangrentada, caminando, pero hay algo raro, no parecen estar pidiendo ayuda, o bueno; sí están pidiendo ayuda, pero veo que hay gente que en vez de ayudarles, huye de ellos. Alzan los brazos, y los tienden hacia adelante, no me puedo imaginar qué es lo que ha ocurrido; ¿qué habrá sido? ¿Un grupo de borrachos luchó contra otro grupo y por eso quedaron heridos? ¿Debería acercarme y ayudar? Es raro, pero pese al ruido exterior, puedo oír mi teléfono sonando. Una moto acaba de estrellarse contra el grupo de borrachos, ¡Dios mío, qué pena! ¿qué hago? Llamar al 911 tal vez, ¡Oh, por Dios! ¡Otro choque! Esta vez es un vehículo ¡qué barbaridad! ¡No sé qué hacer! Están a unas dos cuadras de distancia, si camino hacia ellos, con seguridad puedo ayudar a algunos, mi visión es algo borrosa, pero…¡parece que hay hasta mujeres! ¡Dios mío, no puedo quedarme de brazos cruzados! ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo pueden estar mujeres y que parecen jóvenes, en un evento tan… feo como este?

Uuuuuu, uuuuu ….¡crash!

¡Esto, definitivamente, no puede ser! ¡Por Dios! ¡Por Dios! ¡Dios mío ayúdame! ¡Qué está pasando! Una ambulancia que iba a toda velocidad acaba de estrellarse en la acera contraria a mi casa; contra la casa de don Roberto, el amigo de toda la vida de mi papá, con el que solían jugar naipe en semana santa y creo que jugaban juntos fútbol de jóvenes. Me tomo la cabeza entre manos, ¡no puedo quedarme parada! ¡No puedo quedarme cruzada de brazos! Cruzo la calle corriendo hacia la casa de don Roberto, Dios quiera que nada malo le haya pasado a él o a la familia, veré cómo ayudo también a los heridos que resulten del choque y veo que de la parte trasera de la ambulancia, que está como un acordeón en su parte de adelante; puesto que se estampó contra uno de los pilares frontales de la casa del vecino; se abren un poco las puertas y ruedan un par de camillas, sueros y una gran cantidad de implementos médicos, veo también sangre, y… ¡sí! ¡También veo que una mano intenta salir de ahí, veré cómo ayudo! Solo veo la mano y un brazo semi extendido que, de algún, modo, cuelgan hacia afuera.  Escucho una especie de alaridos, no me imagino el dolor por el que esa gente está pasando. No recordaba que mi teléfono tenía tan fuerte el volumen, porque puedo oírlo incluso acá. No me pongo a ver al chofer, porque, por la forma en que el carro está chocado, doy por seguro que ya no está con vida.

-          ¡Hola, hola! Digo en alta voz, pero no tengo respuesta.

-          ¡Permítame ayudarle! Tampoco tengo respuesta, excepto un murmullo que interpreto como de dolor.
-          Hola, por favor, quiero ayudarle, deme su mano, si me lo permite, puedo empujar la puerta hacia arriba para que pueda salir, exclamo. Pero tampoco tengo respuesta, más bien el murmullo sigue ahí pero ahora se le suma una especie de chillido agudo, molesto, que no sé de qué o de quién proviene.
-          ¡Don Roberto! ¡Don Roberto! ¡Por favor, alguien ayúdeme, hay alguien aquí y está vivo, ayúdenme a sacarlo.
-          Solo sigue el murmullo y también el chillido, que se hace más insoportable, veo que la persona saca más el brazo y empieza a empujar, de forma intermitente, pero empiezo a ayudarle.
Sacando fuerzas de donde no tengo, empujo hacia arriba con todo mi aliento y al fin, con ayuda de la persona… (¿o personas?) encerradas; podemos echar la puerta hacia atrás. ¡Uff! No puedo evitar dar, por un nanosegundo, un suspiro de alivio. Trago trabajosamente saliva, mientras el humo y el polvo nublan la vista, así como el barullo del grupo de borrachos que pelean o piden limosna a dos cuadras hacen un coctel realmente incómodo.
-Oiga, cuánto lo lamento, estoy sola y soy un poco débil; pero al fin…pudimos…
No me dicen nada, pero veo que sale una persona, con dificultad por el humo que sigue expulsando el motor del vehículo, este es definitivamente el hombre que sacó primero la mano, por debajo de la puerta, tiene los zapatos bien sucios, parecen algo ensangrentados, el pantalón también.
-          Si Ud. desea señor, puedo llamar al hospital. No me responde, pero me mira.
-          Puedo ofrecerle un poco de agua, entiendo que el susto debe ser tremendo, yo también estoy muy asustada. Tampoco tengo respuesta, pero extiende su mano primero hacia mí y parece dar pasos hacia donde estoy. Salen tres personas más, o no sé si cuatro.
-          Todos pueden venir y esperar aquí en el portal de mi casa, les daré agua para el susto y llamaré al hospital, mi padre trabaja ahí y mi madre es enfermera, posiblemente hasta los conocen, por favor, vengan, les voy a tratar de ayudar. Mi teléfono está sonando, qué raro, el parlante debe haberse puesto loco y por eso puedo oírlo hasta acá.

Todos empiezan a acercarse, el que primero me oyó ya está muy cerca y ha extendido sus dos manos hacia mí. Obviamente, en su desesperación, busca ayuda.
Pero… tiene sangre en su rostro también y ya está a solo unos tres metros. Veo que las cuencas de sus ojos están hundidas, es como si hubiese sufrido una deshidratación tremenda, murmulla de forma que me hace sentir temor y tiene sus dos manos extendidas hacia mí. Tiene sangre en los labios también. Doy un paso hacia atrás.
-          Por favor, cálmese, trataré de ayudarle.

Entonces, por un momento; mientras el humo y el polvo parecen disiparse, noto que todos tienen sangre en el cuerpo, incluido el rostro. Siento pavor, cuando veo que uno de los que salió último, parece tener el cráneo deforme, podría jurar que tenía el hueso frontal descubierto… es espantoso, ¡parece tener expuesto el encéfalo! Pero camina hacia mí también, con los brazos extendidos hacia el frente y uno que lo acompaña ha sido el que emitía ese horrible chillido. ¡Estoy en shock!

En menos de un segundo, un montón de imágenes, de relatos, de juicios mentales, de entender lo inentendible y de explicarme lo inexplicable me recorren el cerebro. Entonces, mientras siento las dos manos del primer hombre tocándome los hombros, observando que en sus ojos no hay vida, están ahí, pero no hay chispa, no hay luz; instintivamente giro y empiezo a correr con todas mis fuerzas, hacia casa, espoleada por el horroroso chillido, que se volvió aún más agudo.

Corro, corro, y me parece ver que aquellos que pensé que estaban borrachos a unas dos cuadras, están caminando, no sé si corriendo, hacia donde estoy. Pese a todo lo que ocurre puedo oír el ring de mi teléfono. Me parece escuchar los latidos de mi corazón, el mundo parece haberse tornado un espectáculo de cámara lenta y me angustio, mientras veo la puerta de mi casa entreabierta y, a toda velocidad, traspaso el umbral de entrada. Cierro con una rapidez inusitada debido al miedo que siento y la desesperación que me causa el tener en la mente todas las ideas que en ese momento, a manera de torbellino, atormentan mi cabeza, empiezo a atar cabos: las llamadas cortadas abruptamente, el grupo de borrachos ensangrentados, los accidentes de tránsito. Me tapo los ojos y oigo el murmullo que oí por primera vez al acercarme a la ambulancia, multiplicado por cien. Ya no hay un solo chillido sino varios. Y el teléfono sigue sonando. Por la ventana cuya persiana no cerré del todo, puedo ver que hay unos cuantos “hombres”, con el mismo patrón: están sucios, ensangrentados, murmullan y parecen estar tocando ya las paredes de la casa. Siento horror, debo estar muy pálida. ¡No sé qué hacer! ¡Estoy desesperada! El ruido indica que están acercándose a la puerta, pareciera que la golpean, el chillido y el murmullo son demasiado fuertes, no puedo soportarlos. Camino hacia atrás y me acerco a mi teléfono, estoy llorando, con la mano en la boca, no sé qué hacer. Mi teléfono suena, suena, estoy aterrorizada, lo tomo en mi mano, pero sigo con la mirada fija en la puerta, con miedo que pase algo que no quiero ni siquiera imaginarme…

-          ¡Aló!
-          Ring, ring, sigue sonando
-          ¡Aló!
-          Ring, ring, pese a que contesté, sigue sonando
     ¡Aló, por favor! Todo parece tan confuso… parece que me desvanezco.

Abro mis ojos. Estoy boca arriba, en mi cama, en mi habitación. El teléfono está sonando. En un instante, comprendo con calma primero, con alivio después, con satisfacción al final, ¡que se ha tratado de un sueño! Sigue sonando el teléfono. Bueno, no ha sido un sueño sino una pesadilla. Quien llama es Jorge. ¡Ya verá el chico de Ventanas lo que le diré por causarme semejante susto!


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